En la estación central (Plaza Garibaldi), hay una oficina de turismo, donde nos dieron un mapa más bien cutre, pero útil. La primera impresión de la ciudad fue horrorosa. Los alrededores de la estación dan pánico al miedo, o por lo menos por las calles por donde nos metimos nosotras. Nos encontramos en medio de un mercadillo chungo, donde no dejaban de atacarnos coches y motillos, daba igual por donde nos pusiéramos. No dejaban de sonar sirenas de ambulancia y policía; los edificios parecía que se iban a caer en el momento menos pensado. Vamos, ¡un cuadro!. Echándole valor, seguimos avanti y conseguimos llegar a una zona "segura". Las motos seguían atacando a los transeúntes, pero el ambiente era algo más relajao. El centro histórico también está para unas 10 capas de escayola y pintura, pero según iba pasando el tiempo, le empezábamos a encontrar un encanto especial que nos acabó enamorando.
Nuestra primera parada fue la Catedral de San Genaro (más que un santo para los napolitanos. ¡Lo adoran!). Entrada gratuita como en casi todas las iglesias italianas. Entramos en la cripta donde están a buen recaudo las reliquias del buen señor. Por cierto, la figura del santo que se encuentra en el altar es de plata bien bruñida. Brilla como una bola de discoteca.
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Que me quitan los belenes de las manos!!!!!!! |
Enamoradas quedamos de todas las piezas, desde las más pequeñas hasta las más gigantescas.
Retrocedimos un poco para parar a comer en una pizzería llamada Di Matteo. Archiconocida y abarrotada, con una horda de gente esperando a la puerta que nos transportó a un capítulo de Walking Dead. No asustarse!!La mayoría de gente está pidiendo comida para llevar, y un "amable" napolitano te apunta en una lista de espera y te dice que esperes 20 minutos. Independientemente de la gente que esté haciendo cola, él siempre te dirá '20 minuti!!!'; aunque en su defensa, he de decir que lo tiene todo muy controlao.
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La publicidad gratis siempre vende |
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Aprendiendo a preparalos en 3...2...1 |
Sentaditas y hambrientas nos pedimos una pizza por barba (no olvidemos que estamos en la cuna de este manjar) y un arancino (arancini en plural) por cabeza (bolas de arroz rellenas de carne y queso, rebozadas y fritas). ¡Madre mía, que ricos!. Encima, superbarato todo. ¿Para que pedir más? Todo un acierto la comida.
Para bajar el banquete, nos dimos un paseo por la zona y avanzamos hasta el Convento de Sta. Chiara (6€ la entrada...va a ser que nop) y la Piazza del Gesú (pa muchos chiste dio este nombre). Cabe señalar que en todo el recorrido no dejas de ver palazzos e iglesias (todo muy venido a menos, pero no por ello menos impresionante). Situadas en la Vía Toledo (principal eje comercial), caminamos admirando las coloridas callejuelas que conforman el Barrio Español.
Paramos en la Galleria Umberto I. Fue una lástima que la estuvieran adecentando; la mayoría estaba cubierto por andamios (nuestros archienemigos en los viajes).
Avanti!!llegamos a la Piazza del Plebiscito (¡enorme!). Allí se puede admirar el Palacio Real (¡cuando Nápoles era nuestro! De la que se libraron los probes) y la Basílica de San Francisco de Paula. Llamadas por el olor a mar, llegamos al paseo marítimo donde te recibe de pleno el Vesubio.
Todo tranquilo en el Vesubio, por el momento |
Sacando fuerzas, caminamos hasta el Metro más cercano (Municipio. Billete sencillo a 1,10€) y después de dos paradas ya estábamos en la Estación Central. De vuelta a Roma, pero ya sabeis...Vedi Napoli et poi mori.
Para variar, hoy voy a recomendar una serie en vez de una película. Basada en el libro de Roberto Saviano: Gomorra.
Serie oscura y violenta, donde se sigue los pasos de la camorra, a través de la familia Savastano y de la mano derecha del jefe del clan, Ciro. Una Nápoles controlada por la droga, la mafia y la violencia. La serie es de las de cocer a fuego lento, pero una vez te pones...no puedes apartar los ojos. Totalmente recomendable; hoy en día se está emitiendo ya la tercera temporada.
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