Amaneció el día diluviando, mientras
desayunábamos nos intentábamos convencer de que el cielo despejaría de manera
mágica. Y lo hizo!!Al salir del apartamento cayeron las últimas gotas sobre
Lisboa. Más relajadas y animadas nos preparamos para pegarnos una auténtica
pateada por la ciudad.
A primera hora fuimos
andando por la Rua Augusta
hasta la Praça
do Comercio ("necesitábamos"ver el Tajo de día).
Mientras oteábamos el horizonte y el Puente 25 de abril, un amable portugués se
acercó a nosotras a ofrecernos droga; vernos las caras debía de ser un poema.
Habíamos oído hablar de esta situación en diferente foros de viajes, pero nunca
pensé que fuera tan exagerao! Amablemente le dijimos que no precisábamos de tal
cosa, y él, sin más, cogió caminito y se fue. (Niños...decir NO a las drogas!)
En la estación de
metro que se encuentra en la misma plaza, recargamos nuestras tarjetas 7
colinas para 24 horas y nos dirigimos al elevador de Santa Justa, todo un
clásico de la ciudad. Hay que recordar, que al utilizar la tarjeta de
transporte público para subir, no te dejan llegar hasta el mirador del
elevador, para eso, hay que pagar 1.25 más. Nosotras, como siempre, a lo cutre;
ni mirador ni miradora!.
Llegamos directamente al barrio Alto o Chiado,
y nos topamos de frente con el Convento do Carmo, unas preciosas ruinas en
medio de la ciudad que han sobrevivido a terremotos, incendios y demás
penalidades. La entrada son 3.50 y creo que la visión desde el interior es
totalmente alucinante. Nuestra intención era visitarlas más adelante, pero el
día fue pasando y no llegamos a entrar. Lástima!
Muy cerca del Café, en
la Calle Anchieta ,
se encuentra un tienda llamada A Vida portuguesa; precioso local atiborrado de
objetos vintage y productos típicos portugueses, todo esto acompañado por
un hilo musical compuesto por fados. Un muy buen lugar para comprar souvenirs
originales y guapísimos sin caer en lo kitch.
Nuestra siguiente parada era la Iglesia de San Roque, pero
como no abría hasta las 14:00h, decidimos dar un paseo y acercarnos hasta el
Mirador de Sao Pedro de Alcántara (vistas bonitas y como en casi cada rincón de
Lisboa, con música en directo)
Ya era hora de comer
(con café no nos mantenemos); bajando por la famosa Calçada do Duque (donde
tienes que ir esquivando a los camareros/relaciones públicas de los
restaurantes. Os odio a todos!!) llegamos a un pequeño restaurante familiar
llamado "El rei d`frango"; es una especie de chigre (cutre donde los
halla) donde sirven grandes raciones a pequeños precios. Muy recomendable
probar un plato llamado Alheria (una especie de salchicha de pollo a la brasa
acompañada de patatas fritas, arroz blanco y un huevo frito). La comida nos
salió por 4 duros (unos 24 euros entre las 4)
*Dato tonto del día :
Hay que señalar, que la cuenta de la comida te la entregan en un post-it.
Curioso cuanto menos.
Con el estómago lleno,
volvimos a subir las escaleras de la
Cç do Duque (esos glúteos!!) y llegamos a San Roque, que ya
estaba abierta (extraño horario el que maneja la Iglesia portuguesa). La
entrada es gratuíta y te permite admirar los maravillosos interiores de mármol
y lapislázuli del templo; sin mencionar la gran colección de reliquias que se
exponen a ambos lados del altar mayor.
Para descender de la
colina donde se encuentra Chiado, utilizamos un método muy sencillo y muy usado
por los habitantes de la ciudad; nos metimos en la Estación de metro de Baixa-Chiado
(en frente de A Brasileira) y por las escaleras mecánicas, en un periquete nos
plantamos en la otra salida de la estación (abajo del todo). Et voilá!!colina
finiquitada.
Subiendo a patita unas
cuestas que pa qué!, llegamos al Castillo. La entrada son 7.50 euros, pero para
estudiantes (menores de 25 años) queda en 4 euros. Todas estudiantes por
supuesto!!!
Las vistas desde el
jardín son de las mejores que hay en Lisboa. Se puede recorrer toda la muralla
y visitar varias torres. Como curiosisdad, en la Torre de Ulises hay una
cámara oscura donde se puede ver una panorámica de la ciudad en tiempo real
(flipamos bastante la verdad)
El agotamiento ya iba
haciendo merma en nosotras, así que en "modo vago", decidimos bajar a
la Praça Martim
Moniz y allí coger el tranvía turístico por excelencia (el nº 28...¿no había
una canción de La oreja de Van Gogh con este título?). En su recorrido pasa por
los rincones más emblemáticos de Lisboa.
Nuesta intención era
llegar al final del recorrido para poder visitar el Cementerio de los ingleses;
pero al llegar a las últimas paradas ya era de noche, y nos daba pelín de
canguelo. Así que, localizamos una bonita cafetería (estábamos en la parte
nueva de la ciudad), nos pedimos 4 cafetinos y decidimos volver al apartamento;
eso sí, en bus urbano de toa la vida (704 Restauradores), que es de lo más
eficaz.
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